The Sea Lady, de H. G. Wells
Fragmento de la novela The Sea Lady, de H. G. Wells.
La señora Bunting y la señorita Glendower estaban demasiado instruidas en las normas de la buena sociedad (que, como sabe todo el mundo, es de lo más variopinta incluso en el mejor de los casos) como para indagar en exceso sobre la situación y el estilo de vida de la Señora del Mar, sobre dónde residía exactamente en su lugar de origen o sobre a quién conocía o dejaba de conocer. Sin embargo, todas se morían de ganas de saberlo, cada una a su manera. La Señora del Mar no facilitaba ningún tipo de información; se contentaba con una superficialidad indefinida y de lo más amena, elegante a más no poder. Manifestaba que le encantaba la sensación de estar al aire libre y seca por fuera, y disfrutaba del té con especial fruición.
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